El mar tuvo que retroceder para dejar al descubierto plataformas marinas donde, poco a poco, con la paciencia del tiempo, paciencia incomprensible en nuestra temporalidad humana, pudiera dar origen a lo hoy conocemos como El Jable, uno de los paisajes más singulares de Lanzarote. Geoparqueando en la Memoria del Jable nos invita a ser testigos de este territorio en constante movimiento, donde la arena no solo cubre la tierra, sino también siglos de historia, ingenio y adaptación.
El itinerario transcurre por la zona este del municipio de San Bartolomé, visitando Los Bebederos, Juan Leal y Montaña Mina. Desde ellos se puede apreciar la amplitud del paisaje y comprender cómo la isla ha aprendido a convivir con este mar interior de arena que avanza con los alisios.
Durante la ruta, de baja dificultad, conoceremos la dinámica del Jable, su origen y el proceso continuo de transporte y sedimentación de las arenas marinas que viajan desde la costa oeste hasta el interior de la isla. Un fenómeno natural que ha creado un ecosistema sensible, donde conviven las especies mejor adaptadas al viento y a la aridez, como la hubara canaria, el alcaraván común, la terrera marismeña o la corredora sahariana, junto a plantas resistentes como la uvilla de mar.
El recorrido también nos cuenta historias sobre cómo saciar el hambre en lugares donde cultivar es un desafío y desde la que se origina una práctica agrícola única en el mundo. Las manos sabias de mujeres y hombres rurales descubrieron que bajo la arena se conserva la humedad. Con paciencia y sabiduría, convirtieron un terreno hostil en un espacio fértil donde brotan papas, batatas, melones o sandías. Un ejemplo admirable de cómo el conocimiento tradicional puede dialogar con la naturaleza sin romper su equilibrio.
Caminar por El Jable es viajar por un paisaje que parece quieto, pero que nunca deja de moverse. Es sentir bajo los pies la textura fina de la arena rubia y que las conchas del pasado se enreden en nuestros dedos mientras el sonido del viento golpea nuestros sentidos como un viejo narrador, que nos recuerda que este entorno ha sido testigo de la vida y el esfuerzo de muchas generaciones.
Porque en El Jable todo cambia y, sin embargo, todo permanece.
